Ajustes y moderación.

Dia uno; comienzo mi viaje en Buenos Aires. Unos años antes, viajar a Argentina habría sido una especie de vuelta al pasado. Ahora que he dejado un pais en crisis, la argentinización es una especie de perspectiva de futuro. Rodeado de noticias sobre corrupcion, despilfarro, huelgas y rebajas de los sueldos a los maestros, les preguntaré a los expertos en corralitos.

Mi primer contacto en el aeropuerto me sirve como toma de tierra. El aeropuerto de Ezeiza es relativamente moderno, pero apenas salgo de la zona de llegada y piso suelo argentino me doy de bruces con la economia de aqui en forma de oficina de cambio; la unica que esta operativa (las demas aducen no se que problema informatico) ofrece la siguiente tasa; compran euros a 4.8, los venden a 6.1. Me quedo flipado. Esto de levantarse un peso por cada cinco sin hacer nada debe de ser el negocio del siglo.

Me limito, pues, a cambiar 50 euros y voy en busca de un taxi. Innumerables carteles avisan de que no se cojan taxis en la calle, de que no son seguros. De modo que me voy a una agencia del aeropuerto y pregunto. Me piden 34 euros por un taxi al centro. Me despido sin saludar y pregunto a un policia donde puedo tomar un taxi. El policia me dice que no se me ocurra. Le pregunto a otro. A otro. Todos me dicen, sin mirarme a los ojos, que los taxis de la calle no son seguros, caballero. Algunos me lo dicen con irritación. Es bastante raro, me parece a mi, que en un pais moderno lo primero que te digan al bajarte del avion es que no te subas a un taxi. Si no son seguros ¿por que no hacen algo? Que los mismos que te han de protejer te amenazen veladamente tiene un cierto tufillo a mafia.

Me lo pienso, pero al final transijo en pedir un taxi a la compañia, y pago los 34 euros por un trayecto de veinte minutos en una autovia (el peaje, me fijo, es de apenas dos euros) En el taxi reflexiono que el quid de la economia mafiosa se basa en conseguir que la gente se deje de buen grado robar un poco, bajo la amenaza de que otros (que en realidad son los mismos) les roben mucho mas. Mi pensamiento vuelve a España, a las bajadas de sueldos, la reforma laboral, los recortes… El subdito de un mafioso (el hipotecado, el parado, el profesorado interino de Valencia o Murcia, el turista…) se mueve minimizando males de una forma que finalmente puede resultar racional. Pero la indignidad es manifiesta, y solo se afronta con una buena dosis de gallardia.

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