África declara la guerra a los “sin papeles”

Ouagadougou (de nuestro corresponsal) 

Alarmados por lo que empiezan a considerar una avalancha, los gobiernos africanos están empezando a restringir la entrada de cooperantes. “Nuestras economías empiezan a ir bien”, dice un alto funcionario del gobierno de Senegal. “Sencillamente, no tenemos pobreza suficiente para atender tanta demanda de trabajo”.

Poco a poco, la idea que se va abriendo paso en los gobiernos africanos es clara; cerrar las puertas a todos aquellos que no vayan provistos de un contrato laboral. Los europeos que estén en condiciones ilegales serán expulsados, invocando razones de seguridad nacional. En Kenia, el gobierno de Atanas Takunga acaba de ganar unas elecciones con un mensaje de mano dura hacia la inmigración.  Resta por ver de qué modo va a poner en marcha una de las promesas que le ha llevado hasta la presidencia, pero en los corrillos políticos keniatas se da por hecho que en pocas semanas veremos los primeros expedientes de expulsión.

El miedo a un hipotético cierre de fronteras, paradójicamente, esta provocando un aumento exponencial de los flujos. Desoyendo las llamadas de los políticos y el endurecimiento de la legislación, los cooperantes siguen llegando pese a todo. Algunos se juegan la vida, movidos por la desesperación. La semana pasada desapareció un barco en las costas de Guinea, en el que, según parece, viajaban miembros de una ONG holandesa. Esta noticia se une a la del convoy de italianos que se perdió en el desierto del Sahara, y que movilizo al ejército argelino hasta que los encontraron a unos doscientos kilómetros al norte de Tamanrasset. Mientras, el gobierno de Níger, uno de los más radicales en esta política de Solidaridad Cero, ha decidido alojar a sus cooperantes ilegales en un hotel de cinco estrellas de Niamey.

“Es racismo”, dice Mónica Puente, de la ONG Amanecer. “Dicen que no hay pobreza para nosotros, pero lo que pasa es que para estos políticos es inconcebible ver a un blanco en un barrio pobre. Por eso nos encierran en hoteles de cinco estrellas, sin la menor posibilidad de legalizar nuestra situación, de ejercer nuestro trabajo o de contactar con la población local”. Acusa al gobierno de Idriss Afasi de tomar medidas populistas, y de indisponer al pueblo contra los cooperantes.  “En Tahoua, hace unos días, hubo un incidente muy grave cuando las autoridades acusaron a un grupo de cooperantes alemanes de sabotear una fabrica de componentes de automóvil que da trabajo a mas de la mitad de la población local”.

Ali Traore, del ministerio del interior, se defiende. “No estamos en contra de los cooperantes. Entendemos que la solidaridad es una constante en la historia de la humanidad. Pero nuestro gobierno aspira a una solidaridad ordenada. Hemos detectado mafias, y un aumento del numero de cooperantes provocado por un cierto efecto llamada” “A la larga los propios cooperantes nos acabaran agradeciendo que hayamos tomado medidas contra este flujo desordenado”, añade. 

También rechaza las acusaciones de malos tratos por parte de los cooperantes internados en el hotel Hilton de Niamey. “Somos escrupulosos en el respeto de los derechos humanos”, dice Traore. “No es cierto que les obliguemos a beber daiquiris, como se ha escrito por ahí”, denuncia. “Lo cierto es que solo van a la piscina cuando quieren. Tienen contacto con sus familias. Las condiciones de internamiento son buenas. Incluso les facilitamos cada semana una docena de indigentes, para que puedan hacer su labor”. Traore reconoce, sin embargo, que los cooperantes internados en el hotel no han visto nunca un enfermo. Los enfermos, como Amanecer denuncia, son exclusivamente destinados al Hospital General de Niamey. Traore tambien admite que la mayoría de los cooperantes serán expulsados tarde o temprano, precisamente para evitar el Efecto Llamada.

“El Efecto Llamada, existe, evidentemente”, dice Javier Aparicio, profesor de Movimientos Sociales de la Universidad Complutense. “Pero no radica en ninguna política que hayan adoptado los gobiernos africanos. El verdadero efecto llamada no es sino el nihilismo y la indigencia moral de los europeos, que les lleva a buscarse la vida en cualquier lado”. 

 

Manifestantes ante la embajada de Sierra Leona, en Suiza, exigen su visado Cooperantes manifestandose ante la embajada de Tanzania en Suiza para exigir el visado que les permite trabajar en ese pais

 

    En Níger y en toda Africa, la población parece decantarse cada vez hacia medidas más restrictivas. En la sede central de Sos Racismo en Accra, capital de Ghana, apenas una decena de voluntarios trabajan con evidente sobreabundancia de medios. Kofi Kounda, su presidente, advierte que la gente esta empezando a ver con malos ojos a los extranjeros. “Lo que mucha gente me pregunta”, expone Kounda con cansancio “es por que los europeos no se quedan en su tierra, y porque no tratan de ayudar a la gente de su propio país. Yo trato de explicarles que son personas como nosotros, que siempre nos han ayudado y que no es justo que porque hayan cambiado las tornas y ahora no nos hagan falta los mandemos de vuelta a su tierra”

            “La gente”, concluye, “quiere tener negocios con los europeos. Pero cuando se trata de caridad, entonces eso ya es otra cosa”

            Mientras tanto, en la última Cumbre PanAfricana los gobernantes de todo el continente han presentado el Plan Europa. Se trata de un ambicioso programa destinado a crear bolsas de subdesarrollo en Europa. “La solución para Europa consiste en cambiar las condiciones de esos países, de modo que los europeos puedan ejercer su legitimo derecho a la solidaridad sin jugarse la vida y sin ser carne de las mafias”, dijo el presidente de Ghana, Oleg Traponga, en su discurso ante el resto de los mandatarios del continente. 

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